La académica de la Universidad Austral de Chile dirige iniciativa científica que busca resignificar el valor estratégico de las montañas chilenas, articulando conocimiento, gestión territorial e innovación interdisciplinaria.
Las montañas del sur de Chile, marcadas por volcanes activos, bosques milenarios, culturas originarias y prácticas como la trashumancia, son mucho más que un paisaje, son memoria viva y fuente de conocimiento. En esta región diversa y desafiante se emplaza el Laboratorio Natural Andes del Sur, una iniciativa liderada por la Universidad Austral de Chile (UACh) en colaboración con universidades regionales, que trabaja por relevar las montañas como espacios estratégicos para la investigación científica, la sostenibilidad y la planificación territorial.
“En Chile existen 7 nodos de laboratorios naturales en temáticas diversas como los océanos, salares y desierto. Nosotros trabajamos en un objetivo común que es identificar y relevar las singularidades de las montañas. El área donde trabajamos corresponde a la macro zona sur que contempla las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, contabilizando 28 comunas de montaña. Lo que hacemos aquí es monitorear el desarrollo de investigación científica con pertinencia territorial”, explica.
La académica Carla Marchant Santiago, doctora en Geografía e investigadora del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la UACh, dirige este nodo financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID). Desde allí, articula un trabajo colaborativo que ha sido recientemente reconocido por la Red Campus Sustentable, la Red de Universidades del Estado de Chile (CUECH) y Metared S de Universia, quienes le otorgaron el Reconocimiento a la Innovación en Sustentabilidad en la categoría Alianzas.
Montañas vivas y habitadas
El Laboratorio Natural Andes del Sur abarca un territorio de más de 52 mil km² entre las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, e involucra a 28 comunas de montaña. Se trata de una iniciativa que busca articular a la academia, el Estado y las comunidades locales en torno al conocimiento y la gestión sustentable de estos ecosistemas.
“Uno de los objetivos principales del nodo es relevar las singularidades que tiene este territorio de montaña y su importancia desde el punto de vista ecológico, social y cultural. Acá tenemos volcanismo activo, zonas de uso ancestral como la trashumancia, y presencia de pueblos originarios que han habitado históricamente estos espacios”, explica Marchant.
Así mismo, explica que este nodo busca fortalecer capacidades en ciencia aplicada y vinculación con el medio, y generar herramientas que permitan que este conocimiento se transforme en instrumentos de gestión y toma de decisiones territoriales.
Un laboratorio natural en altura
El nodo está hoy en su fase de fortalecimiento, tras una primera etapa diagnóstica que permitió identificar brechas, capacidades y prioridades en el territorio. Entre sus principales líneas de acción están la formación de capacidades locales, la articulación interinstitucional y la difusión de conocimiento con pertinencia territorial.
Una de sus iniciativas más destacadas es el próximo Diplomado en Gestión y Conocimiento de Montaña, que comenzará en agosto.
La mirada está puesta en una meta ambiciosa: “Ya la tercera etapa y al 2032 queremos ser un referente de investigación de montaña en Chile. Apuntamos a ser un centro referente en conocimiento y gestión de montaña en Los Andes. Y también a posicionar a las montañas como un territorio estratégico para la nación, al mismo nivel que tienen los océanos en Chile.”
Asimismo, recalca que quieren contribuir a mirar las montañas de Chile desde el norte hacia el sur, desde otra perspectiva. No como una barrera montañosa que separa Chile y Argentina, sino como un espacio habitado, que cuenta la historia de la tierra. Espacio con singularidades únicas que hay que relevarlas constantemente, porque en contexto de cambio global se encuentran bajo amenaza constante.
La montaña como frontera de cambio global
Las montañas, además de su valor ecológico y cultural, representan verdaderos observatorios naturales para estudiar los efectos del cambio climático. Cambios en la vegetación, retroceso de glaciares, aumento de eventos extremos y transformación de los usos del suelo se expresan con fuerza en estos territorios.
“El cambio global afecta a las montañas, en dimensiones que son geológicas, ecológicas y humanas. El proyecto se despliega en este tipo de conocimiento y lo que nosotros hacemos es ver de qué manera la investigación científica, estudios geológicos, sociales y ecológicos se pueden ir vinculando a los procesos territoriales de toma de decisiones que ocurren en la región”, comenta la investigadora.
La investigación desarrollada por el nodo se vincula con áreas de alto valor ecológico, como la Reserva de la Biósfera de los Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes, reconocida por la FAO. “Esta reserva de la Biósfera requiere un plan de gestión, donde se puedan alinear los instrumentos de desarrollo y de planificación con la conservación. Lo que hacemos es poner a disposición el conocimiento científico para poder apoyar ese desarrollo y ese plan de gestión”.
En un mundo que necesita entender mejor sus ecosistemas para protegerlos, las montañas del sur de Chile se presentan como una pieza clave del rompecabezas.